4 Enero 2023

Benedicto XVI, arte y liturgia al servicio de la fe

de POR ÉMILIE REY, HENRI DE MÉGILLE Y LUCIE MOTTET

Ordenado sacerdote en 1951, el padre Joseph Ratzinger, tenía solo treinta y cinco años y ya una brillante reputación como teólogo, cuando fue llamado a participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965) como consultor. Luego hizo campaña por dos reformas: la del Santo Oficio, que pasará a ser la Congregación para la Doctrina de la Fe; y la de la Liturgia, que da la oportunidad de volver a la centralidad de la liturgia conforme a su pensamiento. Nombrado por el Papa Pablo VI, arzobispo de Múnich y luego cardenal en 1977, fue llamado a la Cátedra de San Pedro en 2005, convirtiéndose en el Papa número 265 de la Iglesia Católica.


El Papa Benedicto XVI durante la misa en la Plaza del Pesebre de Belén, 13 de mayo de 2009. © Marie-Armelle Beaulieu – Custodia Terra Sancta

La cultura en la base de todo hombre

«Si vinimos a ver a Juan Pablo II, entonces venimos a escuchar a Benedicto XVI»nos confía Jacques Charles-Gaffiot, historiador del arte y experto en liturgia, miembro del Comité Científico del Terra Sancta Museum, autor de la obra Tesoros del Santo Sepulcro – Para la mayor gloria de Dios, publicado por Éditions du Cerf en 2020. Benedicto XVI, eminente profesor de teología, es un papa con autoridad intelectual para el siglo XXI. Jacques Charles-Gaffiot recuerda la luminosidad de su mirada y su infinita humildad.

Durante sus numerosos viajes y discursos, Benedicto XVI se presenta como defensor de un «diálogo verdadero de culturas y religiones» (discurso en la Universidad de Ratisbona, septiembre de 2006). Para él, como para Juan Pablo II, la cultura sigue siendo la expresión de esto que es lo más fundamental en cada hombre y en cada sociedad humana: el lugar donde se juega la esencia del ser humano dentro de la doble dimensión de universalidad y particularidad. Para el teólogo, la cultura, tal como la concibe el pensamiento cristiano, no es otra cosa que una actitud de «investigación» que asume la «disponibilidad para escuchar» (discurso al mundo de la cultura, París, septiembre de 2008). De ninguna manera la cultura invita a la retirada de la identidad y está en permanente «desarrollo» si conocemos sus orígenes e historia. Recordemos que el lema de Benedicto XVI no era otro que: Quaerere Deum, «Buscar a Dios», enfatiza de nuevo Jacques Charles-Gaffiot. ¡Qué hermoso aliento para el humilde actor cultural en el que nuestro museo tiene la intención de convertirse en Tierra Santa! De hecho, no tenemos otra ambición que crear un espacio único que permita a los lugareños, turistas y peregrinos de todo el mundo, descubrir, entender y perpetuar la historia y la cultura cristianas de Jerusalén.

El Papa Benedicto XVI en el Calvario del Santo Sepulcro el 15 de mayo de 2009. © Enrique Bermejo ofm – Custodia Terra Sancta

Los regalos de Benedicto XVI

La «Tierra Santa», en su más amplia geografía, ha acogido en repetidas ocasiones al Papa teólogo. Primero en mayo de 2009 durante un viaje a Jordania y luego a Israel y Palestina. El Santo Padre visitó Chipre en junio de 2010, después Líbano en septiembre de 2012. Dentro de las colecciones del Terra Sancta Museum, una treintena de obras están directamente relacionadas con su venida a Tierra Santa.

Estas son en su mayoría medallas conmemorativas de oro y plata acuñadas para la ocasión. También seis candelabros de nácar y abulón producidos por el Centro Artístico Salesiano de Belén. Los papas ofrecían frecuentemente los ornamentos litúrgicos que ellos llevaban a las comunidades que los acogieron. En la tradición de sus predecesores, Benedicto XVI donó tres juegos de paramentos dorados idénticos, incluyendo una casulla, cuatro dalmáticas, cuatro estolas y velo de cáliz. Los llevó sucesivamente a Getsemaní, a Belén y Nazaret. Jacques Charles-Gaffiot recuerda que Benedicto XVI se preocupaba por la dignidad de la liturgia dando sentido a estas vestiduras destinadas a las celebraciones. En cuanto a los adornos ofrecidos en Chipre, el primero, rojo bordado de oro, era usado para la fiesta de la Santa Cruz celebrada en la iglesia franciscana del mismo nombre, en Nicosia. El segundo, blanco, fue usado durante la misa de Corpus Christi celebrado en el Palacio de Deportes de Eleftheria en Nicosia. Benedicto XVI dejará también un cáliz de plata, decorado con motivos florales y racimos de uva, elaborado en Como (Italia). Otros dos cálices similares fueron ofrecidos a las iglesias parroquiales franciscanas de Belén y Jerusalén.

Casulla roja ofrecida y llevada por el Papa en 2010 en Chipre. © Custodia Terra Sancta
Cáliz de plata ofrecido por Benedicto XVI para Jerusalén con motivo de su visita pastoral a Chipre en 2010. © Museo Terra Sancta
Patena de oro ofrecida por Benedicto XVI a la Custodia de Tierra Santa con motivo de su visita pastoral a Chipre en 2010. © Museo Terra Sancta
Casulla dorada ofrecida y llevada por Benedicto XVI en 2009 durante su visita a Tierra Santa. © Museo Terra Sancta

Obras que dan testimonio de una filiación

Pero las reservas del Terra Sancta Museum revelan otras sorpresas como las sandalias pontificias del Papa Pablo VI usadas durante su visita en 1964. Siguiéndolo, los papas llegaron como peregrinos de Tierra Santa para seguir los pasos de Cristo.

El regalo papal más antiguo se remonta al siglo XVIII y esta antigüedad no es sorprendente ya que los frailes, desde el siglo XIV -con la bula Gratias agimus del Papa Clemente VI (1342)-, tienen encomendada la custodia de los Santos Lugares a nombre de la Iglesia Católica. «Durante siglos, los franciscanos siguieron siendo los únicos representantes del cristianismo europeo en Medio Oriente, genuinos vínculos entre dos mundos. […] Ellos se han convertido en los “conservadores” de un patrimonio de fe y cultura representado por los santuarios de Tierra Santa» (Fr. Michele Piccirillo, Papi e frati minori al servicio dei luoghi santi, Milán, 2000). Así lo demuestran los Archivos de la Custodia, que están llenos de correspondencia, bulas y otros documentos procedentes de Roma y confirmando a su vez a los frailes sus responsabilidades, sus derechos y sus privilegios como el de «administrar los sacramentos a los cristianos habitantes en Oriente Medio, además de acoger y guiar a los peregrinos que visitan Tierra Santa» (entrevista con Genoveva Roumier- Alday, Giulia Ceccarelli).

Incluso hoy, el Custodio de Tierra Santa, superior de los frailes franciscanos, es directamente designado por la Santa Sede. Y es en memoria de este vínculo filial entre la Custodia de Tierra Santa y el Papado que varios papas serán honrados en el trayecto del museo y un espacio estará dedicado a los presentes de los Estados Pontificios. Encontraremos por ejemplo la custodia ofrecida por el Papa Benedicto XIII (1724-1730), un crucifijo ofrecido por Pío IX (1846-1878), la rosa dorada y la rama de olivo ofrecidas por Pablo VI (1963-1978), así como tres cálices.

Arriba: Custodia de Benedicto XIII (1649-1724), el objeto de arte más antiguo ofrecido por los Papas a la Custodia de Tierra Santa.© Guillaume Benoît – Museo Terra Sancta

Abajo: Proyecto de escenografía para la Sala de Donaciones Pontificias del Terra Sancta Museum © Jerôme Dumoux – Museo Terra Sancta
Medalla ofrecida por Benedicto XVI a la Custodia de Tierra Santa con motivo de su visita a Chipre en 2010. © Museo Terra Sancta

«Jornada de fe e itinerario artístico»

En Benedicto XVI encontramos tanto el impulso monástico como el gusto por la belleza. Él fue el Papa que enfatizó la importancia de las artes y la belleza al servicio de la liturgia. Un acento que resuena con nuestro proyecto de museo. A lo largo de su vida, Benedicto XVI nunca dejó de recordarnos la esencialidad de la liturgia para la vida de la Iglesia. Le dedicó a ello incluso un libro (El espíritu de la liturgia publicado en 2001 por ediciones Ad Solem), donde aborda los diferentes aspectos de lo que él llama «cristología litúrgica» y, en particular, el arte y el espacio en la liturgia (disposición del altar, orientación de la celebración, el lugar de la cruz, cantos, etc.).

Benedicto XVI sabía percibir a los artistas no sólo como los que embellecen la existencia y sirven para perfeccionar la liturgia, pero también como testigos y reveladores permanentes del secreto deseo de infinito que lleva dentro de sí todo hombre. Supo tejer una historia especial con el mundo de las artes. Da testimonio de ello el discurso que él dirigió, en la Capilla Sixtina, 21 de noviembre 2009, a varios cientos de artistas: «Queridos artistas, ustedes saben bien que la experiencia de belleza, auténtica belleza […] no es algo incidental o secundario en la búsqueda de sentido y felicidad, porque esta experiencia no se aleja de la realidad …» Él subrayó una «afinidad, una armonía entre un camino de fe y un itinerario artístico, atestiguado por innumerables obras del arte». Llega a usar los términos del teólogo Hans Urs von Balthasar (1905 – 1988) hablando de un «camino de la belleza» que significa que es a imagen de Cristo un camino que, en cierto modo, es ir más allá de sí mismo y donde se manifiesta la apertura de todo el ser, inteligencia y sensibilidad, cuerpo y espíritu, hacia la vida después de la muerte, sin límites del amor que es Dios mismo.

«Redescubrir el significado profundo del camino de la belleza», según su invitación en una audiencia general en agosto de 2011, es simplemente redescubrir a Dios. Que el Terra Sancta Museum pueda responder a la invitación del Santo Padre Benedicto XVI y ser un «laboratorio de fe y cultura» (discurso en el Primer Encuentro Europeo de Estudiantes, Roma, julio de 2009).

Traducido del francés por Jorge Trejo Olivares

El Papa Benedicto XVI medita ante la tumba de Cristo en el Santo Sepulcro el 15 de mayo de 2009. © © Enrique Bermejo ofm – Custodia Terra Sancta
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