1 Marzo 2022

En las cumbres de la Ciudad Vieja: el misterio de las campanas de San Salvador

de LUCIE MOTTET

En las últimas semanas, el investigador Álex Rodríguez Suárez, especialista en la cuestión del sonido en la historia de Oriente Próximo, ha emprendido un estudio de las campanas de los conventos de la Custodia de Tierra Santa. Esta es una oportunidad para que el museo nos cuente más sobre los ruidosos residentes del campanario de San Salvador.




Construido a finales del siglo XIX, el campanario de San Salvador tiene seis campanas, que tocan entre Do sostenido y La bemol. Todas fueron realizadas por el fundidor italiano Pietro Colbachini, y al parecer fueron donadas por la Comisaría de Tierra Santa de Venecia, según los emblemas de la Custodia de Tierra Santa con la leyenda «VENETIIS» en bajorrelieve en los laterales de las campanas.

Aunque estas campanas son todas relativamente recientes (1884 para las cinco mayores y 1906 para la menor), su decoración incluye muchos símbolos vinculados a la historia de los franciscanos y de la Custodia de Jerusalén.



Campanas en la tradición franciscana

Una de las campanas está dedicada en primer lugar a San Francisco, el fundador de la orden. En la campana se puede leer un responsorio [1] cantado el día de su fiesta, acompañado de una pequeña escena en bajorrelieve que muestra al santo elevado al cielo sobre las nubes. El medallón está rodeado por otras dos representaciones, San Pedro en un lado y San Pablo en el otro. Estos dos últimos son considerados los dos pilares de la Iglesia Católica. En la Edad Media, San Francisco escuchó a Cristo decir: «Ve y reconstruye mi Iglesia que se está desmoronando», y el Papa Inocencio III lo vio en un sueño sosteniendo la Iglesia de Letrán que estaba a punto de derrumbarse. Como San Pedro y San Pablo, Francisco participó en la construcción de la Iglesia, y quiso volver a esa primera Iglesia construida por los apóstoles, una iglesia pobre entre los pobres.

La gran campana en Fa sostenido está dedicada a la Virgen, acompañada de una frase del himno mariano «Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te», que fue muy importante para los franciscanos, que durante la intensa disputa teológica del juicio del dominico Juan de Montson en 1386, defendieron la Inmaculada Concepción de la Virgen. Este himno está tomado en parte del Cantar de los Cantares, y se ha cantado durante siglos en la tradición franciscana, de la que seguramente procede. Por ello, los bajorrelieves moldeados en la campana muestran una representación de María, así como lirios, símbolos de pureza.


¿Campanas en el lugar equivocado?

Sorprendentemente, tres de las campanas evocan, por su decoración e inscripciones, un lugar geográfico de Jerusalén que no es San Salvador.

La campana en Fa tiene varias referencias a la Eucaristía y a la Última Cena: medallones con representaciones de vides y racimos de uvas, espigas de trigo y una escena de la última cena de Cristo con sus discípulos. En el borde inferior de la campana (o anillo de golpeo) hay también un friso con los instrumentos de la Pasión y otros símbolos eucarísticos, como un cáliz. Una frase en el borde de la campana acompaña estos adornos: «In supremae nocte coenae recumbens cum fratribus, cibum turbae duodenae se dat suis manibus». Tomada del himno «Pange Lingua» [3], escrito en el siglo XIII por Tomás de Aquino, esta frase puede traducirse así: «La noche de la Última Cena, en la mesa con sus amigos, se ofreció como alimento a los doce Apóstoles con sus propias manos».

Observando los bajorrelieves de la campana de Re, otra escena evoca el mismo lugar de la Última Cena: uno de los medallones muestra una escena de Pentecostés. La inscripción que rodea la campana en su centro repite las palabras del responso gregoriano para el día de Pentecostés.

Estos dos episodios bíblicos tienen lugar en el mismo lugar, el Cenáculo, geográficamente al otro lado de la Ciudad Vieja de Jerusalén desde el Convento de San Salvador.

Por si fuera poco, la campana mayor, en Do sostenido, lleva la inscripción «Lauda Sion Salvatorem larda ducem et pastorem in hymnis et canticis», que se traduce como «Alaba, Sión, al Salvador, tu guía y tu pastor, con himnos y cánticos». La inscripción se refiere al Monte Sión, una montaña en la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde históricamente se encuentra el Cenáculo. ¿Cómo se explica esta discrepancia topográfica?

Durante mucho tiempo, la sede de los franciscanos en Tierra Santa no estuvo en San Salvador, sino en el Cenáculo del Monte Sión. Los franciscanos la habían adquirido en 1333 al sultán de Egipto. En 1342, las bulas papales de Clemente VI «Gratias agimus» y «Nuper carissimae» nombraron al Custodio «Guardián del Monte Sión en Jerusalén», y el Cenáculo se convirtió en la sede central de la Custodia.

Pero en 1551, los turcos expulsaron a los franciscanos del Cenáculo, que después adquirieron el actual convento de San Salvador de Jerusalén en 1559 y emplazaron allí la Custodia de Tierra Santa. San Salvador se convirtió así en la nueva Sión, que todavía puede leerse en el siglo XIX a través de estas seis campanas. Todo ello explica las referencias al Cenáculo y la inscripción con el himno «Lauda Sion».

Así, cada campana va acompañada de una cita de un himno cantado en la liturgia: llaman a los hermanos con su propia música a cantar las alabanzas de Dios a través de los salmos de la liturgia de las horas. A veces se atribuye a San Francisco de Asís la idea de crear una llamada a la oración mediante campanas, similar a la musulmana, tras su encuentro con el sultán en Damieta en agosto de 1219.

(traducido del francés por Eduardo Moreno Calero)


[1] El responsorio es un canto litúrgico del repertorio gregoriano cantado por un solista y luego repetido por un coro.
[2] En el siglo XIV tuvo lugar una importante disputa teológica entre los franciscanos y los dominicos. Uno de estos últimos, Juan de Montson, afirmaba que la Virgen había nacido con el pecado original. Los franciscanos se opusieron con vehemencia a esta tesis.
[3] El «Pange Lingua» es un himno del Oficio del Santísimo Sacramento, atribuido a Santo Tomás de Aquino, que se canta especialmente el Jueves Santo.

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