5 Julio 2019

La escuela artesanal de nácar en Belén

Establecida por los franciscanos en el siglo XVI, la artesanía del  nácar renació en Belén. Preocupados por la preservación y la valorización de este legado cultural cristiano y palestino, el Terra Sancta Museum le rendirá homenaje atribuyéndole una sala del futuro museo. Encuentro con los últimos maestros artesanos del nácar de Belén. 

El centro Michele Piccrillo nació de la iniciativa de un gran arqueólogo franciscano que le heredo su nombre. Fue durante la redacción de un libro intitulado “La nueva Jerusalén. La artesanía palestina al servicio de los lugares santos” que este último tocó a la puerta de museos y colecciones privadas para identificar las más bellas piezas de nácar originarias de Belén. Al momento en donde estaba a punto de mostrar lo mejor de la producción de la artesanía cristiano-palestina, esta última desaparecería ? 

Sería no conocer bien al hermano Michele que sentía un amor por el pasado y por el presente. Desde e 2003, con la ayuda de benefactores, trajo a Belén un maestro artesano del nácar italiano, Salvador Giannotti. En una dependencia del convento franciscano se instaló un laboratorio con dos bancos equipados con aspiradoras y micromotores. Pero su muerte prematura en 2008 frenó el proyecto hasta que el hermano Ibrahim Faltas, franciscano él también, tomará el relevo. “El nácar en Belén, es una tradición franciscana. Son los franciscanos quienes lo introdujeron en el siglo XVI.  Son los franciscanos quienes la pusieron en valor en el siglo XIX” explica el hermano Ibrahim. Es en efecto el hermano Bernardino Amico, arquitecto y dibujante, presten a Belén entre 1593 6 1587, quien introdujo el nácar. Sometió entonces el plan de maquetas de la basílica de la Natividad y del Santo Sepulcro a los artesanos para que fueran fabricadas con madera (de pistache o de olivo) y con nácar. 

 

Son estas las obras maestras que los museos de hoy se arrebatan, o más bien dejaron ya de arrebatarse. Las piezas conocidas están ya sea en los más grandes museos, ya sea en las colecciones privadas, celosamente protegidos por los coleccionistas. 

En el centro Michele Piccirillo nos encontramos con Aalim Atick de 52 años, que aprendió el este oficio a través de su padre. El trabajo del nácar se transmite en la familia de Atick desde hace cinco generaciones. Salim tiene una ambición: formar maestros del nácar que podrán perpetuar, después de él, este arte ancestral del cual los Betlemitas son los maestros. El propio Salim casi renuncia a darle continuidad a esta tradición. Durante la segunda intifada, cuando por la noche la puerta de su taller fue rota por la armada israelí durante una incursión, una parte de su material le fue robado. En la misma época, todos los talleres de nácar cerraron los unos después de los otros a causa de la falta de peregrinos. Con todo y estas carencias y gracias al infinito amor que le tiene a su profesión, Salim se mantuvo a flote. 

Fue el hermano brahim y Samer Baboun quienes fueron a buscar a Salim en su taller el año pasado, para pedirle que enseñara en el centro Michele Piccirillo. Samer, diplomado en Administración pública, se apasionó por la tradición del nácar. No es un jefe como los otros, de hecho prefiere que se refieran a él como un “facilitador”. Oficialmente, es director, pero un director que recibe a cada uno como es y a la hora que quiera venir. “Queremos que los jóvenes vengan por gusto. Ellos saben que las clases se imparten durante  tres días a la semana y que los otros días el taller está abierto de las 8h a las 20h. 

El taller se pone en marcha gracias a los pedidos de la Custodia de la Tierra Santa o del Patriarcado latino que ofrece pequeñas cruces de nácar a los visitantes, cada pedido llega hasta las 10.000 piezas. Para cada cruz se necesitan 20 etapas diferentes que, en total, requieren 35 minutos de trabajo. “La motivación económica es legítima pero tiene que venir en último lugar. Se puede tener una vida correcta siendo maestro artesano de nácar. El pedido que recibimos representó para nuestros alumnos una señal extremadamente motivante. Como nosotros no somos un taller de producción pero más bien una escuela, y como el ensañamiento no tiene fines de lucro, decidimos de dar el dinero a los aprendices de acuerdo al número de piezas que producen para el pedido”. 

 

Es a éste taller al que el comité científico del Terra Sancta Museum confió la restauración de la obras de nácar que serán expuestas en una de las sales de la sección histórica. George Al’ Ama, ferviente coleccionista de la historia de la artesanía palestina y consultante para el comité científico, siguió de cerca el proceso de restauración. “Georges est un padre espiritual en Belén en lo que concierne nuestro legado cultural “ comparte Samer con el cual colabora con frecuencia. “Desde que Georges adquirió una nueva pieza hecha de nácar, nos pide que la restauremos. Es por supuesto Salim quien se encarga, porque Salim conoce todas las técnicas y es verdaderamente un artista. Pero es también para él la ocasión de  transmitir a los alumnos más dispuestos a aprender” agrega Samer. 

Sobre una mesa en una habitación vecina, una cruz espera que se le devuelva su lustro de antaño. Salim la mira con amor. “La técnica utilizada aquí se llama “tahbiir”, literalmente el entintado. Después que el dibujo haya sido grabado con un puntero  en el nácar, inyectamos la tinta de China. La otra técnica más importante es el “tasfiir”, literalmente el alisado. Es marquetería.” Colgado al muro, una pizarra toda en nácar representa el lugar del pesebre delante la basílica de la Natividad. Existe nácar negro, blanco, amarillo y azul. Puede tener un efecto “moiré”, satinado o mate. Todo depende del origen y de la manera en la que está trabajada. 

El padre Ibrahim Faltas, mira la foto de la primera generación. Varios alumnos tienen hoy un trabajo. Uno de ellos abrió su propio taller. Manifiestamente está satisfecho, y con razón. Pero aún no se puede cantar victoria. Hoy en día, la escuela vive gracias a donaciones. “Los cursos son gratuitos para los alumnos y así tiene siempre que ser”, explica Samer quién está de acuerdo con que se va a tener que pensar en cómo mejorar la economía del centro para asegurar su perennidad porque los donadores pasan de un proyecto a otro. Por otro lado es necesario que los peregrinos compran productos de calidad y no hechos en China y de baja calidad. Samer parece confiado: “Los Chinos pueden ser concurrencia, per no nos intimidad. La calidad de nuestro trabajo hace la diferencia. Pero es cierto que los peregrinos son un engranaje esencial”. 

Artículo seleccionado de la Tierra Santa  Magazine número 652 noviembre-diciembre 2017 “En la escuela de los Sadafiyé, los artesanos de nácar de Belén”. 

 

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