9 Junio 2020

Mosaico: testimonio de épocas, religiones y culturas en Tierra Santa

de FABIO BELTOTTO, DANIELA FERRIGNI, CLAIRE TALLON

Introducción

El mosaico constituye, gracias a su antiquísima tradición, un patrimonio único del arte y la cultura mediterránea. En particular, el Oriente Próximo, cuna de las civilizaciones más antiguas y encrucijadas de historias y poblaciones, hoy conserva la historia de este patrimonio tan rico y complejo. El mosaico es testigo de las épocas, religiones y culturas que aquí se encontraron y todavía se encuentran hoy en día, representando al mismo tiempo un medium común a través del cual dialogan y han dialogado a lo largo de la historia.

Esta función «mediadora» del arte del mosaico en esta región hoy también representa una oportunidad importante para el diálogo intercultural, combatiendo estereotipos, promoviendo la cooperación y el intercambio de valores comunes en toda el área mediterránea. De hecho, artistas y conservadores han emprendido acciones comunes para preservar y mantener viva la tradición de este arte e incluso, para convertirlo en un elemento capaz de impulsar acciones de desarrollo social y cultural (mencionamos por ejemplo el trabajo realizado en los últimos años por el Mosaic Center de Jericó).

Historia del mosaico

La producción de diseños en mosaico es una de las formas de arte más antiguas de la humanidad. Nació como un arte esencialmente vinculado a la arquitectura. Compuesto por pequeños elementos de piedra o litoides colocados sobre un lecho de mortero, se integraba con otros elementos estructurales como paredes y suelos, formando fondos o motivos decorativos. El propósito original del mosaico era puramente funcional, pero con la evolución de este arte y el progreso de las técnicas, adquirió también una función decorativa.

El conocimiento y la práctica de esta forma de arte se originó en Mesopotamia, donde la historia del mosaico surgió hace más de 3000 años, cuando unos pequeños conos de arcilla cocida se utilizaron por primera vez como un revestimiento duradero para las paredes de ladrillo bruto. Las bases de estos conos a veces se coloreaban en negro, blanco o rojo, y se obtenían motivos cuando los pequeños extremos se insertaron en el yeso húmedo utilizado para cubrir las paredes. Esta es la primera forma de mosaico que se ha descubierto hasta la fecha.

La civilización minoico-micénica, durante el segundo milenio antes de Cristo, comenzó a usar un pavimento de guijarros de río, para dar una mayor resistencia a la pisada y para impermeabilizar el suelo. El mismo tipo de pavimento de mosaico, con representaciones figurativas, encontramos en varios lugares de Grecia que datan de los siglos V y IV antes de Cristo. La transición al teselado, es decir, al mosaico de teselas, en el siglo III a. C., está documentada en varias regiones del mundo helenístico sin la necesidad de reconocer un solo lugar como promotor.

El mosaico en la época romana emprenderá un desarrollo diferente al de la tradición griega. La apariencia decorativa será más variada: desde temas figurativos y mitológicos, hasta motivos geométricos vegetales. El mosaico siguió siendo un artículo de lujo y, por lo tanto, se usó casi exclusivamente en villas y palacios nobles, hasta la segunda mitad del siglo II a. C. cuando el mosaico de dos colores (en blanco y negro) fue ampliamente utilizado en termas, en entornos públicos e incluso en hogares, combinando simplicidad y bajo coste con una amplia gama de posibles variaciones.

Desde el siglo III d.C. existe una recuperación del mosaico policromado. Los mosaicos de paredes y bóvedas, por otro lado, derivan de la tradición romana de decorar ninfeos y cuevas en los jardines de grandes villas desde la época republicana hasta los tiempos de las antiguas iglesias bizantinas a lo largo de los siglos, un período en el que el mosaico conoce su momento de máximo esplendor.

Esta antigua técnica del mosaico, consolidada en el periodo romano y luego en el bizantino, junto con diseños y motivos florales y geométricos, en Oriente es absorbida por la cultura islámica: de hecho, los primeros musulmanes conservaron y transformaron esta forma de arte, la misma palabra en árabe para indicar el mosaico, fuseefasa, deriva de la psifosis griega.

En los lugares sagrados del islam encontramos mosaicos en las paredes, siendo el suelo un espacio dedicado a la oración. Encontramos reminiscencias bizantinas en motivos florales sobre un fondo dorado dentro de la Cúpula de la Roca en Jerusalén y en la Mezquita de los Omeyas en Damasco.

Pero, sobre todo, los motivos geométricos serán los verdaderos protagonistas del arte islámico. Esto desarrollará el diseño y la técnica del mosaico y luego dará vida a nuevas formas de teselado como zellige, azulejos girih y vidrieras shakaba, ampliamente utilizadas en arquitectura.

El mosaico también será el elemento privilegiado para los artistas y arquitectos italianos que han estado trabajando en Tierra Santa desde la década de 1920, un elemento que garantizará una cierta continuidad artística y estilística de los lugares santos con respecto a su historia. Barluzzi, Villani, D’Achiardi son solo algunos de los artistas que elegirán el mosaico para las decoraciones de los santuarios restaurados o reconstruidos ex novo, dejándonos con interpretaciones modernas de este arte antiguo e inmortal.

 

Mosaico con Barca, Magdala, siglo I

Este fragmento de mosaico, ahora conservado en un panel, pertenecía a una habitación de reducido tamaño, completamente cubierta de mosaico, dentro de un edificio termal ubicado a orillas del mar de Galilea. En el momento del descubrimiento, el marco figurado se colocó en el centro de la estancia, mientras que en el borde estaba la inscripción griega en mosaico «KAI CY» («Tú también»), una fórmula que tradicionalmente apuntaba a prevenir los efectos del mal de ojo.
La decoración consiste en una barca, un delfín, una copa para beber (kantharos), un anillo del que cuelcan dos estrígiles (instrumento de metal utilizado en la antigüedad, en las termas o en el gimnasio, para retirar del cuerpo la mezcla de aceite y polvo utilizado para limpiarse) y un frasco de ungüentos (aryballos), un disco y un par de pesas de atletas (haltares).
En general, la escena parece referirse a un entorno de bienestar y prosperidad, vinculado a las diversas actividades practicadas en los baños, donde el agua está constantemente presente: el cuidado del cuerpo estuvo acompañado de largas conversaciones combinadas, a veces, con los placeres del vino y de la comida.

Mosaico con Barca, Magdala, siglo I

Mosaicos con personificaciones de las privincias, siglos II y III

El fragmento de mosaico de teselas policromadas en piedra caliza y mármol, con personificación de la provincia africana, originalmente pertenecía al pavimento de una villa romana en Belkis (hoy: Graziantep, Turquía), con un articulado programa decorativo, que incluía a Poseidón en el carro en el centro de la escena y diversas personificaciones de otras provincias (Alemania, Mauritania, etc.). África está representada como una figura femenina con una aureola, con la cabeza velada y coronada con una corona mural; en la zona superior está la inscripción con el título en mayúsculas griegas, faltando las dos últimas: AFRI o África.

Mosaicos con personificaciones de las privincias, siglos II y III

Mosaicos constantinianos en la Basílica de la Natividad de Belén del siglo IV

Los mosaicos de pavimento que se encuentran dentro de la Basílica de la Natividad en Belén se caracterizan por teselas policromadas (blanco, negro, rojo, ocre y gris) y en gran parte por motivos decorativos geométricos.
La nave central alberga uno de los fragmentos más grandes encontrados, donde podemos observar una parte central con un diseño decorativo con tiras entrelazadas para formar un motivo circular y una banda de contorno formada por rollos de acanto.
Son de particular interés dos paneles muy similares, divididos en seis cuadrados por una esvástica, donde en la parte superior del centro es posible leer una inscripción en letras griegas: IXΘΥС es decir Iesùs Christòs Theù Hyiòs Sotèr, «Jesucristo Hijo de Dios el Salvador».
En los pasillos laterales se pueden ver otros motivos decorativos como escamas de pez, motivos geométricos y hojas cruciformes.
Según los estudios realizados por el padre Bagatti entre finales del 1947 y 1952, se trataría de la primera pavimentación realizada en la Basílica, porque se ha observado el contacto directo de las capas de preparación de los mosaicos con la roca natural. Recientemente han sido sometidos a trabajos de restauración, que han devuelto los mosaicos a su antiguo esplendor.

Mosaicos constantinianos en la Basílica de la Natividad de Belén del siglo IV

Mosaico con epígrafe en georgiano del monasterio de Bir el-Qutt, siglo VI

Se trata de un fragmento de un suelo de mosaico con teselas en negro, blanco y beige, el texto epigráfico en idioma georgiano y caracteres se organiza en cinco líneas y se inserta en un marco rectangular compuesto por dos tiras negras de diferentes grosores que se alternan con una tira beige. Las letras bien organizadas están hechas con teselas negras. Las líneas están separadas por una tira de doble capa de teselas de color beige.
La inscripción georgiana dice: «Con la ayuda de Cristo y por intercesión de San Teodoro, Dios tenga piedad de Abba Antonino y Josiah, el mosaiquista de este mosaico, así como del padre y la madre de Josiah».
El epígrafe y otros suelos de mosaico con inscripciones encontradas en el monasterio de San Teodoro en Bir el-Qutt, representan algunos de los testimonios más antiguos de la lengua georgiana en Palestina. Vale la pena mencionar que el área que rodea a Belén se ha convertido en un centro de monacato de origen ibérico desde el siglo V d.C.

Mosaico con epígrafe en georgiano del monasterio de Bir el-Qutt, siglo VI

Mosaicos del oratorio, santuario Dominus Flevit, siglo VII

El mosaico perteneciente al oratorio de Dominus Flevit se compone principalmente de teselas policromadas de material calizo. El campo central es tripartido. El área más grande está formada por un entrelazado de tiras con círculos anudados cargados con varios motivos decorativos figurativos. Se ha utilizado una iconografía muy querida por el cristianismo desde los siglos III y IV: partes del pez, peces enteros, motivos florales y vegetales o incluso frutas como granadas, higos, sandías, manzanas, peras o racimos de uvas, referencias a vida y renacimiento, símbolos de la pasión de Cristo y su Ekklesia (cuerpo místico).

Mosaicos del oratorio, santuario Dominus Flevit, siglo VII

Mosaicos del Monte Nebo, siglos VI-VII

Dos mosaicos de particular interés provienen del Monte Nebo, Jordania.
Aquí, en 1932, la Custodia de Tierra Santa compró el área de los picos de el-Mukhayyat y Siyagha, donde las excavaciones comenzaron al año siguiente bajo la guía de P. Saller y P. Bagatti del Studium Biblicum Franciscanum.
El primitivo santuario de Siyagha data del siglo IV cuando un edificio de la era anterior fue adaptado para crear una iglesia. La capilla de Theotocos (Madre de Dios), referible al siglo VII, es un ábside y se divide en dos salas. Aquí hay un mosaico rectangular con la representación de dos gacelas cerca de dos arbustos en flor y dos toros frente a un edificio. Este edificio captura la curiosidad porque se identifica como la representación del Templo de Jerusalén en el que se ve el altar con la llama encima y el cáliz con la mesa de las ofrendas a continuación. Todo esto va acompañado de la inscripción citada en el Salmo 50 que dice «Entonces sacrificarán víctimas en tu altar».

Mosaicos del Monte Nebo, siglos VI-VII

Mosaicos del Monte Nebo, siglos VI-VII

En los siglos VI y VII era muy común adornar paredes y suelos de lugares sagrados con mosaicos (también llamados psifis o psifosis). De estos, solo quedan los mosaicos del pavimento y con ellos las inscripciones en griego, el idioma conocido por el clero y utilizado por la administración bizantina. De excepcional interés es la inscripción en semítico de una sola palabra, presente en un mosaico en la capilla al sur del ábside en la iglesia de San Jorge en Khirbat al-Mukhayyat. La inscripción aparece junto al nombre de Saola, uno de los benefactores de la iglesia. Algunos estudiosos también sugieren que esta inscripción puede ser arameo cristiano-palestino que significa «Dios dé descanso y la salvación a Saola». Otros sugieren que recuerda la expresión en árabe «bisalam» y por lo tanto podría significar «en paz». Si la última teoría fuera correcta, tendríamos el testigo de la primera inscripción en árabe escrita en un mosaico en Jordania.

Mosaicos del Monte Nebo, siglos VI-VII

Mosaicos murales de época cruzada de la Basílica di Belén, siglo XII

De los mosaicos realizados en la época de los cruzados (siglo XII) no quedan muchos restos, víctimas de la erosión y diversos eventos históricos.
En el muro sobre las columnas de la nave central es posible observar una procesión de ángeles en la parte superior y las representaciones de los antepasados de Jesús en la parte inferior. Sin embargo, la parte central da testimonio de los diversos concilios ecuménicos celebrados en Oriente, donde cada iglesia es representada opulentamente, con la ordenanza relativa escrita en griego.
En el crucero podemos ver representadas las escenas de la vida de Jesús, entre las cuales destaca la entrada de Jesús en Jerusalén y la Transfiguración, donde se atestigua el uso del idioma latino, destacando cómo en ese período las dos confesiones vivieron en un período de colaboración pacífica.
De origen siríaco fueron los mosaiquistas que se encargaron de la realización, cuyos nombres permanecen en la decoración (Basilios y Efrem).

Mosaicos murales de época cruzada de la Basílica di Belén, siglo XII

Mosaico del Monte Tabor, Villani, 1921

En el transcurso del último siglo, la restauración y reconstrucción de los antiguos santuarios por arquitectos y artistas italianos, destacando Antonio Barluzzi, toman en consideración toda la tradición histórica del mosaico en Tierra Santa, interpretando muy a menudo, en clave moderna, el arte de la «psifosis».
La restauración de la Basílica de la Transfiguración en el monte Tabor es la primera obra de Antonio Barluzzi en Tierra Santa. Los bocetos iniciales fueron diseñados en Roma y luego recreados y traducidos en mosaicos por la firma vaticana Monticelli.
La iconografía sigue la antigua tradición: flanqueando a Cristo transfigurado se encuentra el registro celestial de los profetas y el terrenal de los apóstoles Pedro, Juan y Santiago. La composición, clara y simple, tiene lugar sobre un fondo dorado que manifiesta la epifanía de la divinidad, para despertar admiración y devoción. El estilo es apropiado para el gusto histórico de la época: refiriendo al arte bizantino hasta los detalles de las palmeras y los cristogramas que delimitan el mosaico.

Mosaico del Monte Tabor, Villani, 1921

Mosaico de la cúpula italiana de Getsemaní, D’Achiardi, 1927

Barluzzi dirige los trabajos de la Basílica de la Agonía de Getsemaní, conocida como Basílica de las Naciones, ubicada en el Monte de los Olivos en Jerusalén. El arquitecto le pidió al artista Pietro d’Achiardi (1879-1940) que decorara las doce cúpulas de la nave central, cuya estructura se inspiró en la Basílica de San Marcos en Venecia. Cada cúpula, cubierta de mosaico, lleva una decoración de estrellas sobre un fondo azul, adornada con motivos decorativos y con el escudo de la nación que financió su decoración.
La cúpula italiana destaca por la riqueza y sofisticación de su decoración. Cuatro ángeles se sientan en las pechinas de la cúpula, sobre un fondo azul con pergaminos dorados, parecen sostener la cúpula.
La decoración sintetiza diversas fuentes de inspiración, incluidos los mosaicos de la bóveda de la Capilla de San Zenón, dentro de la Basílica de Santa Práxedes en Roma (uno de los ejemplos más preciados del arte bizantino en Roma del siglo IX) y la bóveda paleocristiana del baptisterio ortodoxo de Rávena (principios del siglo V).

Mosaico de la cúpula italiana de Getsemaní, D’Achiardi, 1927

Mosaicos de la Capilla Latina del Santo Sepulcro, 1933

En los años treinta, Barluzzi emprendió la restauración de la capilla latina desde el Calvario hasta el Santo Sepulcro, justo encima del Gólgota, en el lugar de la Crucifixión.
Pietro d’Achiardi intervino en la bóveda, colocando una decoración con un rico significado cristiano: la vid y el acanto se eligen por su ligereza y vivacidad, pero sobre todo por su significado alegórico, vinculado a la Resurrección y la Eucaristía. Como la bóveda todavía contenía un fragmento de la decoración original del mosaico cruzado del siglo XII, decidió conservarla integrándola en el nuevo mosaico. El encaje, que representa a Cristo pantocrátor del siglo XII rodeado por una almendra, y la decoración de hojas doradas de vid y acanto sobre un fondo azul armonizan particularmente bien. El programa iconográfico construido alrededor es claro y está perfectamente integrado con el mosaico original: muestra la salvación hecha posible por el sacrificio de Cristo.

Mosaicos de la Capilla Latina del Santo Sepulcro, 1933

Mosaico de la fachada de Ain Karem, Biagetti, 1937

El mosaico, realizado en 1937 sobre los bocetos de Biagio Biagetti (1877-1948), recibe al visitante desde el pórtico de la entrada donde se instaló.
La Virgen, después de la Anunciación en Nazaret, se monta en un burro hasta Ain Karem para visitar a su prima embarazada Isabel. Los ángeles la acompañan en este camino tortuoso y montañoso, e Isabel la espera en la puerta. En la parte inferior, debajo del marco dorado, una cita del Evangelio según San Lucas (1, 39-56) describe la escena.
Biagetti se inspira estilísticamente por los grandes maestros italianos de los siglos XIV y XV, de un modo particular en Fra Angélico (1395-1455), y sobre todo en los frescos de Giotto en la Capilla Scrovegni de Padua (1305-1306). Sin embargo, adaptó su trabajo al lugar de la exposición, mostrando la vegetación local, lo que llevó al mosaico a ser apodado «Virgen de la chumbera» (Virgen del nopal o higuera de pala).

Mosaico de la fachada de Ain Karem, Biagetti, 1937

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